DATO CURIOSO

Los integrantes del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, bajo la dirección del doctor Raúl Valadez, siguen las huellas de animales que en algún momento de la historia modificaron su naturaleza salvaje para convivir con los humanos. Después de estudiar fósiles y restos de lo que asemejan un animal en forma de perro, los científicos sospechan de su pasado.
Se puede decir que la evolución del perro se remonta de hace 100,000 años, aún antes de la invención de la agricultura. Según los científicos, este proceso consistió en la división entre lobos con un estilo de vida salvaje y otros que modificaron dicha condición para relacionarse con los humanos. Así surgió el primer organismo domestico: el perro.
La domesticación animal había sido descrita como un fenómeno realizado por el esfuerzo del ser humano. Pero, con base en nuevos hallazgos, algunos paleozoólogos plantean que más bien fue un proceso de adaptación de cierta fauna que se acostumbró al contacto con el humano y aprovechó los beneficios éste le brindaba.
“Pensemos en el hombre como un perturbador del ambiente, entonces algunos animales pudieron soportarlo y otros no. Aquellos que si se adaptaron, pudieron obtener beneficios como introducirse a territorios en donde había menos competencia, depredación o simplemente acercarse a un basurero y encontrar comida”, describe el doctor Valadez.
Este proceso de adaptación implicó cambios fisiológicos en los animales, en particular la disminución de los niveles de adrenalina, una hormona que se produce en las glándulas suprarrenales. Los animales salvajes producen adrenalina cuando un humano se acerca, por ejemplo.
Desde esta perspectiva, los miembros de una especie con menos tolerancia producen más cantidad deadrenalina, mientras los más tranquilos secretan niveles más bajos, lo que les permite relacionarse mejor a la presencia humana.
Una evidencia que apoya esta idea es un experimento realizado en Siberia, hace más de tres décadas, con el cual se buscaba crear poblaciones de zorras rojas dóciles y amigables. El propósito era facilitar su manejo para la producción de pieles.
El experimento consistió en un proceso de selección artificial durante 20 generaciones y efectivamente, se obtuvieron animales pasivos y dóciles con poca secreción de adrenalina. Para sorpresa de los científicos, estos animales también presentaban características físicas diferentes a las zorras salvajes: tenían un hocico más corto, orejas caídas, pelaje blanco y negro en vez de rojizo, así como dos ciclos reproductivos en vez de uno.
Los resultados mostraron que los cambios ligados a la secreción de adrenalina pueden derivar en cambios exteriores. “Un proceso equivalente marcaría las diferencias entre un lobo y un perro, por ejemplo”, declara el doctor Valadez.
Con el tiempo, este proceso adaptativo derivó en un evento evolutivo cuyo resultado es la formación de individuos con una conducta muy diferente de la original. “Entonces los humanos toman conciencia de que hay animales pasivos, empiezan a interesarse en ellos, a tratarlos y manejarlos para beneficiarse de ellos”.
El paleozoólogo aclara que el cambio de salvaje a domestico no significa la formación de nuevas especies. “De hecho, todos los animales domésticos actuales son simplemente razas. El caso más ilustrativo es el lobo y el perro. Está demostrado que ambos comparten el 99.8% de su información genética, por lo que el perro es tan solo un lobo domesticado. Incluso la cruza entre los dos es viable y produce descendencia.”

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